ENCERRADO.

Abad vivía en su mundo. Le podías ver hablando con su amigo imaginario junto a él allá donde fuera.
Quizás el problema se resolviese si fuera un niño jugando mientras habla con su imaginación, pero Abad ya tiene cerca de los cincuenta y bajo está sociedad es un personaje extraño.

Joaquín me contó que había recibido un mensaje en el móvil, contándole que tuviera cuidado con la hordas.
Abad vive un presente ya pasado, no conoce el fin del día, la noche y su mente no son buen lugar para él.
Quizás no se dio cuenta porque los juegos de la mente se presentan cuando el problema es que ya no puedes volver a la realidad.

Cuando conocí a Abad, era una persona aún con sentido común y coherencia en sus palabras, nada hacía pensar que un día como hoy Abad dormiría bajo aquellas sabanas en la Planta Tercera de aquel Hospital Mental.